viernes, 25 de enero de 2008

Anatomía de enero


Cinco veces me detuve en la puerta del comedor a contemplar la ventana, cinco veces giré sobre mi cuerpo y supe al instante que no pasaba nadie, que nadie se había acercado a tocar la puerta. Las puertas se golpean, se tocan, se acarician, entran en la vida de las mujeres; sí, solamente un género; con el más infinito sigilo y les advierten que afuera el mundo está ocupado.
Mi amante había dejado de gemir, pero eso es intrascendente en enero, los amantes son para el otoño; también había dejado de incursionar en los bordes del río cuando la garúa esfumaba las luces de la calle, eso sí es terrible y obsceno.
Metí las manos entre las cucharas , los vasos, el colador, supe que una hembra erguida acapara el detergente con destreza, hace que la soledad del mediodía sea una soledad pasajera.Puede que una y otra vez se repita como un ritual sin carisma pero una hembra hace que todo sea necesario. Alineé los vasos boca abajo.
Su boca siempre transpiró la palabra medida, un escritor nunca jamás escatima palabra para describir una escena que se viene a acodar hasta siempre, un escritor es un hombre que se desnuda por desaparición de instinto y ensalza hasta el demonio por condimentar su pluma. Como quien termina un dibujo y lo mira en perspectiva él miraba las puntas de mis pies después de los temblores y se quedaba así, estupefacto, con ojos de pez.
Después una dignifica el dolor camino al dormitorio, piensa en qué porción se hizo grande y estalló hasta perderlo tiernamente, cayendo como el Principito en el desierto las horas prestadas se embalsaman, el formol de los ojos es solamente un diario con memorias.
Más tarde , en sus gemidos ajenos él apiló las piedras para hacer una gruta sombría donde nadie cabe y se alejó, sí, olvidando pasar por cinco veces consecutivas frente a mi ventana de hembra en enero, yo seguí descalza, mirando como sus ojos de pez raspaban el silencio de mi almohada.
dDaniela Piccione

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