viernes, 25 de enero de 2008

Precio


Para encarecer el precio
él da muestras gratuitas,
deja un rastro de obstáculos,
sonríe terrible,
pago veinte malditas noches
-en vigilia-
por ese animal doméstico
que mastica mi cabeza
que antítesis sedienta
tan tenue la lágrima caída
brutal el amor que la provoca Daniela Piccione

Finales


Mi infancia tenía rincones más amargos
y la tarde amagaba con sus soles
ir hasta el silencio más pagano,
mi madre tenía mi infancia
prendida de sus pechos,
cubierta con mantas de lana,
hilvanada con puntos precisos.
El hombre que me termina
abre los ojos despacio,
tiende a quedarse dormido,
está al acecho del mundo,
me acusa y se me pone.
Mi infancia pedía sus labios
para abrir más palabras,
leía llena de estrofas y pájaros,
hacía la siesta recostada en los aleros,
mi infancia de árboles y hembras.
El hombre que me hace final
mira la sombra de mi madre
escondida entre pliegues de los muslos,
la espanta, la corre, la aprisiona;
y mi madre lo mira agujereada,
recortando los hilos de a pedazos,
buscando con los ojos sus finales.
Daniela Piccione

Borrador


Estimado señor opaco:
devuélvame la magia
el plasma de las palabras
el dolor que fluye
los amores nauseabundos
Míneme, destrúyame
envuelva su baba elástica
en el grito que presiento
hágame puta y pasajera
huélame el mundo, perfúmelo
Pretendo una manada,
un lugar exacto y libre
una ración de abejas
el sentido de lo nuevo.
Absórbame, ,
ate al perro de sus ojos,
amánseme distante,
deje que por fin la huella
se llene de agua y vuele.
Porque así,
seguiré amando
su borrador de hombre.

Daniela Piccione

Al tiro


Cuando para remendar el aire
matamos calandrias
el dolor hace de puntilla
a los ojos en silencio.
En algún lugar del mundo
debe llover esta tarde
para colgar mi ventana
mientras te pienso.

Daniela Piccione

Anatomía de enero


Cinco veces me detuve en la puerta del comedor a contemplar la ventana, cinco veces giré sobre mi cuerpo y supe al instante que no pasaba nadie, que nadie se había acercado a tocar la puerta. Las puertas se golpean, se tocan, se acarician, entran en la vida de las mujeres; sí, solamente un género; con el más infinito sigilo y les advierten que afuera el mundo está ocupado.
Mi amante había dejado de gemir, pero eso es intrascendente en enero, los amantes son para el otoño; también había dejado de incursionar en los bordes del río cuando la garúa esfumaba las luces de la calle, eso sí es terrible y obsceno.
Metí las manos entre las cucharas , los vasos, el colador, supe que una hembra erguida acapara el detergente con destreza, hace que la soledad del mediodía sea una soledad pasajera.Puede que una y otra vez se repita como un ritual sin carisma pero una hembra hace que todo sea necesario. Alineé los vasos boca abajo.
Su boca siempre transpiró la palabra medida, un escritor nunca jamás escatima palabra para describir una escena que se viene a acodar hasta siempre, un escritor es un hombre que se desnuda por desaparición de instinto y ensalza hasta el demonio por condimentar su pluma. Como quien termina un dibujo y lo mira en perspectiva él miraba las puntas de mis pies después de los temblores y se quedaba así, estupefacto, con ojos de pez.
Después una dignifica el dolor camino al dormitorio, piensa en qué porción se hizo grande y estalló hasta perderlo tiernamente, cayendo como el Principito en el desierto las horas prestadas se embalsaman, el formol de los ojos es solamente un diario con memorias.
Más tarde , en sus gemidos ajenos él apiló las piedras para hacer una gruta sombría donde nadie cabe y se alejó, sí, olvidando pasar por cinco veces consecutivas frente a mi ventana de hembra en enero, yo seguí descalza, mirando como sus ojos de pez raspaban el silencio de mi almohada.
dDaniela Piccione